
ALIMENTACIÓN EMOCIONAL
La nutrición es la ingesta de alimentos en relación con las necesidades dietéticas del organismo. Una buena nutrición (una dieta suficiente y equilibrada combinada con el ejercicio físico regular) es un elemento fundamental de la buena salud.
Nuestro comportamiento a la hora de escoger los alimentos que ingerimos está sujeto a diversas influencias, en las que las emociones y los estados de ánimo juegan el papel más importante. Desde hace décadas, la investigación en este campo viene ofreciendo algunas evidencias que conviene conocer.
Estudios como el de Garg, Wansink e Inman (2007) han mostrado que las personas preferimos unos alimentos u otros dependiendo de nuestro estado de ánimo.
Por una parte, cuando estamos tristes reclamamos alimentos hedónicos (chocolatinas, dulces…), ricos en azúcares, grasas o carbohidratos. Su ingesta supone a corto plazo un incremento de la satisfacción y una sensación de saciedad o relajación que sirve de compensación a los estados de ánimo negativos (Gardner, Wansink, Kim y Park, 2014). Ciertamente, a corto plazo, la ingesta de este tipo de alimentos facilita la producción de insulina y endorfinas. El problema es que su consumo frecuente está asociado, a largo plazo, a la aparición de un gran número de enfermedades: diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, etc.
Por otra parte, cuando nuestro estado de ánimo es positivo, tendemos a sustituir este tipo de alimentos por otros más saludables.
En conclusión, si nuestro estado anímico es negativo preferimos el placer inmediato, mientras que cuando es positivo tomamos decisiones basadas en un beneficio para nuestra salud.
Por consiguiente, ¿qué debemos hacer?:
Llevar de forma regular una dieta lo más equilibrada posible, controlar nuestra emociones y buscar la solución apropiada cuando éstas se pongan en nuestra contra, evitando dejar en manos de la alimentación su correcto equilibrio.